Sobre el grito de La Villa de Los Santos. Por: Olmedo Beluche


El grito de La Villa de Los Santos, el 10 de noviembre de 1821, fue ante todo una sublevación campesina contra los impuestos excesivos por parte de la Corona, en particular, contra el avituallamiento del ejército realista a costa de la producción campesina, que era saqueada para ese fin y la leva de jóvenes destinados al reclutamiento forzoso. De manera que se dejaba al campo sin producción y sin fuerza de trabajo.
El grito de 1821 fue la primera de una serie de múltiples revoluciones campesinas que estremecieron la región de Azuero, a lo largo del siglo XIX, contra los impuestos y las arbitrariedades de los terratenientes de Veraguas y Coclé.
La historia oficial lo vincula a “sentimientos patrióticos”, pero su móvil real e inmediato fue el descontento del campesinado pobre contra el avituallamiento y reclutamiento forzoso del ejército español, cada vez que marchaba a combatir a los independentistas en Sudamérica. El historiador Alfredo Castillero C. aporta nueva información que permite establecer que, en octubre de 1821, el capitán general Mourgeon impuso las últimas contribuciones forzosas de ganado y otros bienes a las cofradías, antes de partir con su ejército hacia Ecuador.
El descontento campesino da lugar a una proclama del natariego Francisco Gómez Miró, seguida del pronunciamiento del Cabildo de Los Santos, dirigido por Segundo Villarreal, y es lo que explica que aquella región fuera la vanguardia en la independencia panameña.
Los historiadores Celestino Araúz y Patricia Pizzurno reproducen la carta que los santeños dirigieron a Simón Bolívar: “Una continua extracción de crecidas sacas desoladoras de sus vecinos para el servicio de las armas, y una ruinosa contribución forzada del numerario; de modo que se aniquilaban nuestras fuerzas y nos dejaban exhaustos de metálico de que seguía la destrucción general de las labores del campo: falta de brazos para el trabajo de nuestra corta agricultura y una carestía y escasez de todo lo necesario para la subsistencia”.
La carta a Bolívar de los santeños, de 1821, desmiente la pretensión de algunos de que, a ese momento, los habitantes del istmo tendrían una concepción de la “nacionalidad panameña” y una posibilidad de constituir un Estado nacional independiente. Otro fragmento de la carta a Bolívar: “Sostenían que todos seguían 'las huellas del Estado colombiano decididos a seguir el mismo orden que nos fuere conveniente o adaptable a nuestro país...”, para lo cual, “se pusieron ‘bajo los auspicios de Bolívar”.
Araúz y Pizzurno también citan las prevenciones que los santeños lanzaron contra el general José de Fábrega, en ese momento máxima autoridad de la monarquía y del ejército realista, conspicuo miembro de la familia latifundista más prominente de Veraguas, aliado de los comerciantes capitalinos. La independencia no partió por el “anhelo de constituir una nación” panameña preconcebida bajo el estandarte de la unidad nacional. Los campesinos pobres de Los Santos iniciaron el proceso, al que se empezaron a sumar, entre el 10 y el 28 de noviembre, los artesanos de la ciudad de Panamá, no dejándole otra opción a Fábrega y a los comerciantes que sumarse a la independencia y a la Gran Colombia o perecer en una guerra civil.

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