Panamá en transición. Por: Guillermo Castro H.
“sólo se han de contar en un
pueblo los días que nacen
de aquel en que se sacudió de la
frente la corona extraña”
Hace apenas quince años culminó en Panamá
el proceso de sacudirnos de la frente la corona extraña de que habla Martí, con
la salida del último contingente militar extranjero de nuestro territorio, tal
como había sido pactado en el Tratado Torrijos – Carter de 1977. El
cumplimiento de aquel acuerdo internacional, sin embargo, se vio alterado por
el desacuerdo interior entre quienes propugnaban profundizar el proceso de
liberación nacional que liderizara hasta su muerte temprana el General Omar
Torrijos, otros que buscaron convertir ese proceso en mero instrumento de
intereses espurios, y otros más que sólo podían concebirse a sí mismos y al
país en el paso de una situación semicolonial a otra de carácter neocolonial.
Con ello, la tarea de asumir en su plenitud las responsabilidades del ejercicio
pleno de la soberanía nacional por primera vez en nuestra historia pasó a
convertirse en un difícil proceso de aprendizaje y nueva construcción de la
nación que había venido a ser soberana.
En ese proceso de aprendizaje, han abundado y abundan los que quisieran evadir
su dificultad por vía de la imitación: Panamá, dicen, debe aspirar a ser como
Singapur. Con ello, rememoran sin saberlo el viejo sueño de quienes hacia 1903
proponían establecer la nueva República en el corredor interoceánico, y dejar a
su suerte el resto del país, y olvidan la pequeña potencia que Panamá llegó a
ser años atrás en servicios como la creación de empresas de ultramar, o el
abanderamiento de naves, donde solo Liberia – recordemos - compite con
nosotros.
La soberanía, por otra parte, ha demostrado ya su papel decisivo para el
desarrollo del país y la definición de sus opciones de futuro. Librada a sí
misma – o, mejor, al meneo de la cuna por la mano invisible de quienes controlan
el mercado -, ingresamos a un ciclo de crecimiento económico sostenido con
inequidad social persistente, degradación ambiental creciente, y deterioro
institucional constante, que se traduce en un Estado cada vez más débil con un
Gobierno cada vez más fuerte. Todo esto hace evidente la necesidad ya
impostergable entendernos en lo que hemos devenido, y comprendernos en lo que
podemos llegar a ser.
En esto, conviene empezar por entender mejor nuestro lugar en el mundo. Debería
llamarnos la atención, aquí, que Panamá sea el único país que nunca se ha visto
definido en el mercado mundial, ni en las Américas, por los bienes que exporta.
Desde el siglo XVI, en cambio, nos definen los servicios que ofrecemos para el
tránsito interoceánico de lo que otros exportan e importan.
Esa actividad de tránsito no se inició entonces, sin embargo. Desde mucho antes
de la llegada de los europeos, el territorio del Istmo había sido organizado
por sus primeros pobladores en un conjunto de corredores interoceánicos a lo
largo de las cuencas de los principales ríos que fluyen desde la Cordillera
central hacia el Pacífico y el Atlántico. Esos corredores no sólo les permitían
aprovechar los recursos de ecosistemas muy diversos: además, facilitaban el intercambio
de bienes entre las sociedades del Atlántico mesoamericano y las del litoral
norte del Pacífico sudamericano.
La incorporación del Istmo al
proceso de formación del mercado mundial dio lugar a una reorganización
radicalmente distinta de esa actividad de tránsito. El resultado de ello fue lo
que el historiador Alfredo Castillero Calvo denominó un modelo de desarrollo
transitista, definido por la extrema centralización de sus actividades, y la
extrema concentración de sus beneficios. Así, ese modelo centraliza toda la
actividad del tránsito por una sola ruta –la definida por las cuencas de los
ríos Chagres, en el Atlántico, y Grande, en el Pacífico, donde hoy sirve de vía
de acceso al Canal -, bajo control monopólico estatal, sea de la Corona española, del Estado
norteamericano, o del panameño. De igual modo, concentra los beneficios del
tránsito en los sectores sociales que controlan el Estado, y el conjunto de los
recursos del Istmo – demográficos, ambientales, financieros - en torno a las
necesidades del tránsito, y subordinados a esas necesidades.
El resultado inevitable de esta
modalidad de organización del tránsito ha sido el desarrollo desigual y
combinado del conjunto del territorio del Istmo desde el siglo XVI hasta
nuestros días, en todos los planos de la vida de sus habitantes. El Corredor interoceánico
del Chagres concentra hoy lo fundamental de la actividad económica, y de la
inversión pública y privada, y a la mayor parte de la población del país. En el
plano ambiental, esto genera una huella ecológica devastadora sobre el conjunto
del territorio nacional, como en el plano cultural genera una identidad en la
que las regiones interiores desempeñan una función apenas decorativa, y en el
político estimula modalidades de pensamiento y conducta que tienden a aceptar
pasivamente la extrema centralización del poder en la minoría social que
controla el Estado que a su vez controla el Canal.
Una transición en curso
La incorporación del Canal a la economía
interna del país a partir de la ejecución del Tratado Torrijos – Carter de 1977
no ha afectado hasta ahora las bases materiales y culturales que dan sustento
al transitismo, en buena medida porque no vino acompañada de un plan de
desarrollo para la transformación del país. Aun así, esa incorporación ha
tenido, tiene y tendrá una importancia decisiva en la historia inmediata de
Panamá, en la medida en que ha abierto paso a un proceso de transición hacia
formas nuevas y más complejas de desarrollo cuyas tendencias ganan cada día en
importancia como factores de renovación y contradicción en la vida del país.
En primer término, esa
transición ha acelerado y ampliado el desarrollo del capitalismo en todo el territorio nacional,
dentro de las limitaciones impuestas por el transitismo y en creciente
contradicción con ellas. Ese desarrollo, en efecto, ha operado mediante una
acelerada transnacionalización de la economía panameña, visible en la inversión
masiva de capitales provenientes de Colombia, México, España, Inglaterra y los
Estados Unidos, que ha tenido un severo impacto sobre el sector empresarial nacional
productivo previamente existente. Esto se expresa, por ejemplo, en el hecho de
que si bien la economía en su conjunto tiende a crecer a partir del dinamismo
del sector servicios, cuya actividad se concentra en el Corredor Interoceánico,
las exportaciones generadas por los sectores productivos agropecuario e
industrial tienden a decrecer.
En segundo lugar, el país se ha
visto lanzado al mercado global sin estar preparado para ello. Panamá, por
ejemplo, no cuenta aún con un centro de estudios asiáticos, aunque la República
Popular China sea ya el segundo cliente en importancia del Canal de Panamá y la
República de China ocupe un importante lugar en el flujo de inversiones
extrajeras al país. A esto cabe agregar que el país carece de las capacidades
necesarias para atender las demandas de nuevo tipo que estas transformaciones
demandan en materia de capital humano, tecnología y gestión pública. Y aún cabe
agregar que este ingreso a la economía global ha sido encarado mediante una
estrategia de concentración de sus beneficios en el Corredor Interoceánico,
antes que mediante un esfuerzo de ampliación de las oportunidades que ofrece la
globalización al conjunto del país.
Lo anterior permite añadir un
tercer rasgo al proceso en curso. En las condiciones descritas, ese proceso
agudiza las contradicciones no resueltas del viejo modelo transitista al tiempo
que genera contradicciones de nuevo tipo para el desarrollo del país en su
conjunto. Esto se ha expresado, y sigue haciéndolo, en un proceso combinado de
crecimiento económico sostenido con inequidad social persistente y degradación
ambiental creciente. En el plano político, a su vez, lo anterior se expresa en
la tendencia al desarrollo de un Estado nacional cada vez más débil en su
capacidad de expresar y atender el interés general de la sociedad, y un
Gobierno cada vez más fuerte en lo que hace al servicio de las necesidades del
modelo transitista en cuestión.
La manera más adecuada de
encarar esta compleja situación consiste en asumirla como una transición de mediano
plazo entre el país que fuimos y el que podemos llegar a ser. Esa transición se
inicia con la desaparición de la Zona del Canal en 1979; se degrada con la
dictadura bonapartista de 1984 – 1989; se ve reducida a reducida a la captura
de los beneficios del tránsito por quienes pasan a controlar el Estado tras la
intervención militar extranjera de diciembre de 1989, y tiende nuevamente a
degradarse a partir de la segunda década del siglo XXI en la medida en que crea
nuevos conflictos sin resolver viejas contradicciones.
Al propio tiempo, esa transición sigue actuando en
nuestra sociedad como un proceso histórico de gran dinamismo, cuyas
consecuencias pueden llegar a ser del todo imprevisibles si nuestra sociedad no
asume su control y orientación. Ella nos plantea, así, la mayor y más compleja tarea pendiente de Panamá en el siglo XXI. Nuestra
capacidad para plantear y encarar esa tarea definirá si llegamos a mediados de
siglo con un Estado fallido, organizado para subordinar el país a las
necesidades del Corredor Interoceánico, o con una República organizada en torno
a las necesidades que plantea el desarrollo sostenible de una sociedad
próspera, equitativa y capaz de servir al mundo Pro Domo Beneficio.
Nuevas oportunidades
En su desarrollo, el proceso de transición que vive la sociedad
panameña ha creado ya nuevas oportunidades y ventajas competitivas, que
coexisten con otras, más antiguas, que tienden a convertirse en un lastre para
el incremento del conjunto. Apreciar ese conjunto, por otra parte, requiere de
una perspectiva que la cultura transitista no puede ofrecer, que vincule entre
sí las transformaciones en curso en el país como un todo, de un modo que
permita identificar el potencial de innovación e integración que emerge en el
proceso de transición.
Así, por ejemplo, el viejo sector de servicios existente antes de 1979 se ha
transformado ahora en una verdadera Plataforma de
Servicios Globales cuyos
componentes más modernos interactúan de manera sinérgica entre sí, al tiempo
que otros más tradicionales tienden a ubicarse en una posición marginal y aun a
entrar en contradicción con el conjunto. Esa Plataforma incluye hoy, entre
otros componentes:
• Un complejo de transporte multimodal (marítimo, aéreo, ferroviario), conformado
entre 1850 – 2016, que alcanza su mayor nivel de complejidad con la ampliación
del Canal de Panamá.
• Una Zona de libre comercio,
establecida en 1948 en Colón – cuando la forma fundamental de organización de
la economía internacional consistía en mercados nacionales estrechamente
regulados por sus respectivos Estados -, que encara crecientes dificultades
para encontrar un nuevo nicho en una economía organizada en torno al
libre comercio entre corporaciones transnacionales.
• Un Centro Financiero Internacional,
establecido a partir de 1970, que incorporó actividades previamente existentes
como el registro de empresas de ultramar, que hoy desempeñan un papel
relativamente marginal y parasitario en el conjunto mayor del sector de
servicios de la nueva economía en formación en Panamá.
• Un Centro de Apoyo a la Gestión del Conocimiento, en operación en Clayton desde el año 2000 con el nombre de Ciudad del
Saber, que desempeña un papel de creciente importancia en el desarrollo de
servicios innovadores en tecnología de la información – la cual a su vez
constituye la columna vertebral de la economía global -, así como en la
promoción de servicios ambientales, la investigación en biomedicina y
biotecnología, la formación de capacidades de emprendimiento, y el fomento de
la cooperación internacional en materia de Investigación – Desarrollo –
Innovación con Panamá.
• Un Centro Regional para América Latina de la Organización de las Naciones
Unidas, en desarrollo desde 2002, ubicado en la
Ciudad del Saber.
• Un Centro de Servicios Logísticos en operación en la antigua base aérea de
Howard desde 2004, con el nombre de Panamá – Pacífico.
• Un Centro Regional de Sedes de Corporaciones Transnacionales, en operación desde 2007.
• Múltiples corredores interoceánicos
A ese desarrollo innovador de viejas y nuevas
ventajas competitivas asociadas a la oferta de servicios al comercio global, la
transición en curso en Panamá agrega, hoy, la oportunidad de fomentar otras
ventajas que la cultura transitista no está en capacidad de identificar y
aprovechar. Se trata, aquí, de la posibilidad de poner en verdadero valor la
extraordinaria abundancia de agua y biodiversidad que caracteriza a los ecosistemas
del Istmo, que hasta ahora ha sido objeto de un aprovechamiento extensivo,
extractivo y destructivo, que puede y debe pasar a ser intensivo y sostenible a
partir de la creación y desarrollo de un verdadero mercado de servicios
ambientales en Panamá.
Un mercado así no ve en el agua un mero insumo para
otras actividades, a libre disposición de todo el que tenga los medios para
extraerla. La ve, en cambio, como un elemento natural valioso en sí mismo, que
puede y debe ser transformado en un recurso adecuado para actividades muy
diversas – desde el tránsito de buques, hasta la generación de energía, el
riego agrícola y el consumo humano – gestionando de manera innovadora su oferta
natural, y ordenando su demanda económica y social. En otros términos, la producción de agua – como elemento y como recurso
natural, es una oportunidad apenas explorada en Panamá, sobre todo en áreas
puntuales como la Cuenca del Canal y la de la hidroeléctrica de Fortuna.
En estrecha relación con la producción y
aprovechamiento intensivo del agua, la abundante biodiversidad de los
ecosistemas del Istmo constituye otra fuente de oportunidades para el
desarrollo sostenible de Panamá. En relación a esta ventaja comparativa afloran
oportunidades en campos como la bioprospección, la innovación biotecnológica,
el ecoturismo y la agroecología, a partir de la gestión de ecosistemas tanto
por Organizaciones de Base Comunitaria como de empresas cooperativas y de otros
tipos, en la perspectiva de una economía circular. A esto cabría agregar,
además, el aprovechamiento de las ventajas que ofrecen ecosistemas como los
bosques de manglar para la captura de carbono y el fomento de la vida marina, y
las que ofrecen otras regiones del país para la producción de energía solar,
eólica y geotérmica.
Estas ventajas comparativas, como es natural,
requieren de formas nuevas de organización productiva y social para poder ser
transformadas en ventajas competitivas. Al respecto, cabe señalar que el
proceso de transición en curso ya incluye iniciativas en este sentido. Una de
ellas, por ejemplo, la ofrece el nuevo Centro de Competitividad de la Región
Occidental de Panamá, que vincula entre sí a organizaciones empresariales,
sociales y académicas de las provincias de Chiriquí y Bocas del Toro, y de la
Comarca Ngöbe – Buglé. El Centro, con el respaldo de entidades como la
Corporación Andina de Fomento y el Instituto Interamericano de Cooperación en
la Agricultura promueve y apoya un esfuerzo concertado para abrir paso a un
desarrollo integrado, inclusivo y sostenible, a partir de una estrategia común
bien fundamentada en un análisis del enorme potencial de la región para ampliar
la inserción del país en la economía global.
A este mismo plano de innovación social se vincula el
creciente interés de los sectores profesionales e intelectuales del país en la
identificación de nuevas alternativas para un desarrollo mucho más y mejor
integrado de Panamá. Ese interés ha tenido un foco de importancia cada vez
mayor en la Asociación Panameña de Ejecutivos de Empresa. El mismo proceso se
expresa, también, en el interés de otros grupos de profesionales de capas
medias en contribuir a la renovación del sistema nacional de educación
superior, vinculándolo de manera realmente efectiva a la mejor comprensión de
los problemas, y al diseño de soluciones innovadoras para los mismos.
Nuevos desafíos
Son muchos los desafíos que enfrenta el
proceso de transición por el atraviesa Panamá. Ellos incluyen desde la
persistencia en determinados sectores sociales de una mentalidad colonial que
niega al país capacidad para encarar en sus propios términos sus propios
problemas, hasta una crisis de las viejas formas de identidad nacional
generadas por el transitismo, que se desgastan con rapidez en su contacto con
las culturas emergentes en el proceso de inserción del país en la economía
global sin llegar – aún – a la creación de formas alternativas que expresen a
la sociedad que emerge de ese proceso.
Otros problemas emergen de factores de una
profundidad histórica aún mayor. Uno de ellos, por ejemplo, se expresa en la
creciente contradicción entre la organización natural del territorio y la organización territorial de la
economía y el Estado creada por el transitismo a partir del siglo XVI. Esa
organización territorial, concebida para subsidiar al Corredor Interoceánico,
redujo al litoral Atlántico y el Darién a la categoría de fronteras interiores
que sólo empezaron a ser ocupadas a fines de la década de 1960. Ese proceso
alcanza en la transición nuevas y más dramáticas repercusiones con la creación
de nuevas vías de comunicación interoceánica en Chiriquí, Veraguas, Coclé,
Panamá y Darién, la construcción de un nuevo puente sobre el Canal en el
Atlántico, y la de una carretera que comunique el Corredor Interoceánico con el
Atlántico mesoamericano.
En el marco del modelo
transitista de desarrollo esos cambios no buscan transformar la organización
territorial del país, sino reforzar su relación de dependencia y subsidio con
respecto al Corredor Interoceánico. No es de extrañar, en este sentido, que se
renueven y se tornen más complejas las tradicionales contradicciones entre la
región central, que concentra la inversión y los beneficios del crecimiento
económico, y otras regiones que ven limitadas sus posibilidades de ampliar su
participación en esos beneficios.
Todo esto ha derivado de momento
en una situación de crisis de liderazgo en la conducción del país. Los sectores
que tradicionalmente han usufructuado los beneficios del transitismo ven
erosionada su autoridad política en una sociedad cada vez más diversa y
compleja: aquellos otros que han visto limitada su participación en esos
beneficios ofrecen una creciente resistencia a todo cambio institucional que no
apunte a modificar ese orden de cosas tradicional. Todo ello se alimenta una
creciente situación de anomia política, que va erosionando de manera constante
la legitimidad del orden establecido.
Conocernos, ejercernos
El país ha llegado así a un momento de su
historia en la que el transitismo conspira contra el tránsito. La operación
eficiente y sostenida del Canal y de la Plataforma de Servicios Globales
asociada al mismo dependerá cada vez más del desarrollo sostenible del país en
su conjunto. Y ese desarrollo, a diferencia del transitista, demanda todo el
potencial de la posición geográfica y de las capacidades de nuestra población.
La transición inaugurada en 1979
ha llegado, así, a un punto en el que la transformación económica del país
requiere la transformación institucional que abra paso a la transformación
social. Esto, a su
vez, demanda un proyecto nacional de desarrollo integral, inclusivo y sostenible que
oriente ese proceso de transformación, de modo que desemboque en un Estado nuevo para crear un país renovado.
Tal es, en su síntesis más
apretada, el desafío mayor que enfrentamos los panameños en esta transición
desde la semicolonia que fuimos hacia la República plenamente soberana,
equitativa y próspera que podemos llegar a ser. No en balde se ha dicho que la
solución de todo gran problema estratégico genera siempre problemas nuevos y
más complejos. Los que tenemos hoy se derivan de los que fuimos capaces de
encarar y resolver ayer apenas, cuando lanzamos de nuestra frente la corona
extraña y entramos, finalmente, a la tarea de conocernos y ejercernos para
llegar a ser la nación que merecemos ser.
Panamá,
junio de 2016.
[1] Discurso pronunciado en la velada de la Sociedad
Literaria Hispanoamericana en Honor de Venezuela, en 1882. Obras Completas. Editorial de Ciencias Sociales. La Habana, 1975: VII, 290.
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