Ignorancia o educación, ese es el dilema. Por: Olmedo Beluche


Pese a todos los problemas que sufre nuestro sistema educativo, los padres panameños hacen un esfuerzo diario para que sus hijos asistan a la escuela.

¿Por qué lo hacen? Porque saben que la educación hace la diferencia entre acceder a una mejor calidad de vida y forma ciudadanos cabales. Porque la educación es sinónimo de mayor información y orientación razonada para la vida. La educación no es conocimiento muerto. Y confiamos en que el sistema y los educadores, pese a todas las debilidades, pueden darles esos conocimientos a nuestros hijos que nosotros no les podemos suplir en casa.
Si eso es así, para que nuestros hijos aprendan a sumar y restar, a escribir, cívica, historia o biología, ¿por qué no habría de serlo para la educación sexual científica, acorde con la edad y maduración del niño o adolescente?

¿Por qué algunas personas se escandalizan y lanzan anatemas cuando se habla de establecer programas de educación sexual en las escuelas públicas? ¿Incluso inventan mentiras, hablan de guías educativas basadas en poses sexuales, que los maestros enseñarán técnicas e incentivarán a los alumnos a tener sexo, a ser homosexuales, que los libros de texto serán ejemplares de Playboy?

¡Cuánta locura! ¿A quién se le puede ocurrir que el Ministerio de Educación va a organizar orgías en las escuelas? Es como si alguien se opusiera a que se enseñe química porque los maestros van a fabricar bombas en las aulas. Tanta vehemencia revela que las personas que así actúan, algunas de ellas vinculadas a ciertas iglesias, pero que no expresan la posición oficial de ellas, sienten un gran tabú sobre el sexo. Les da miedo hablar de sexo, y es probable que sientan vergüenza de su propia sexualidad.

Si esas personas se escandalizan con la sola mención de la palabra, me pregunto: ¿Cómo piensan asumir solos la educación sexual dentro de su hogar? Creo que tengo la respuesta: toda su educación sexual se reducirá a decir: “Como salgas preñada, ya verás” o “como lo hagas vas a arder en el infierno".
La prueba de que es una falacia el argumento de que la educación sexual solo deben darla los padres está en que hasta hoy ha sido así, ya que el tema está ausente de la educación formal, y ha fracasado. Lo dicen las estadísticas: una encuesta de la Defensoría del Pueblo revela que el 31.7% de las chicas y el 40.7% de los chicos panameños tuvo su primera experiencia sexual antes de los 15 años.

En 2012 hubo 15 mil 206 nacimientos de madres menores de 20 años, 4% de ellas entre 11 y 14 años de edad. En 2013 asistieron a control prenatal 17 mil 843 menores. Entre enero y febrero de 2015, del total de embarazadas que asistió a control, unas 5 mil 542 mujeres, el 31%, eran menores de entre 10 y 19 años de edad.

Esos que se niegan a la educación sexual como parte de la escolaridad, y que erróneamente creen que ellos, como padres, son los únicos que educan a sus hijos en ese tema, no se dan cuenta de que quien en verdad está educando a sus hijos en sexualidad son los medios de comunicación, las telenovelas, el internet y, lo que es peor, los amigos del barrio.

Cada quien es libre de profesar la fe que quiera creer. Lo que no es admisible desde la modernidad es que pretenda imponer sus criterios al conjunto de la sociedad por la vía de las políticas estatales. El Estado tiene el deber de proporcionar educación integral a la niñez y juventud en todos los ámbitos básicos para la vida.

Ya es hora de que ese precepto se cumpla para la educación sexual, un aspecto esencial para el desarrollo de una sociedad sana, libre de prejuicios, de mitos y tabúes, que lo único que han fomentado son ciudadanos traumatizados, cargados de falsas culpas e inseguros.

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