Pensar el 9 de enero de 1964. Por Abdiel Rodríguez Reyes


 “La tradición de todas las generaciones muertas gravita como una pesadilla sobre el cerebro de los vivos” Marx[1]
El 9 de enero de 1964 (9-64) fue un acontecimiento histórico, de eso no hay duda alguna. Que fuese un acontecimiento es lo que realmente le da sentido en la historia. Tiene sus antecedentes y sus procedentes. Marca el inicio de algo nuevo, un ciclo histórico, con una articulación de fuerzas políticas y sociales dadas al calor del tropel del 9-64.
El acontecimiento no aparece de la nada. Forma parte de lo histórico en su movimiento, también de un determinado sitio geográfico. Las contradicciones políticas y sociales junto al sentimiento patriótico fueron el detonante en la conciencia de la juventud.
El enclave colonial del Imperio que hacía uso de una franja territorial en la Zona del Canal fue el sitio donde esto aconteció, tenía que ser allí y no en otro lugar.
Los jóvenes fueron los que materializaron el acontecimiento, y no otro segmento de la sociedad. A pesar de todo, de la influencia, o si se quiere decir manipulación externa. Lastimosamente en esto siempre acompaña a la gloria, la tragedia, y los mártires nos lo recuerdan.
No es posible pensar un Panamá sin enclave colonial, sin un 9-64. Es decir, vivimos en estas condiciones, de gozar plenamente de nuestro territorio, gracias a un acontecimiento histórico. En ese sentido hay que rescatar la historia.
Sólo el 9-64 hizo posible un alto grado de confrontación, que forzó a la oligarquía y al Imperio a negociar políticamente con el pueblo. Ya no sólo se ponía en cuestión la forma de organización política, en una “crisis casi endémica, [….] bajo nivel de ingresos de la población, derivado de la inadecuada distribución de la riqueza, así como por la existencia de amplios sectores marginados del mercado nacional y el crecido número de desocupados o subempleados[2]”, sino, también, la misma forma de organización territorial del enclave colonial.
El 9-64 se convirtió en un “factor político omnipresente”[3], que tendría su procedente mayúsculo con el golpe militar del 68 por la Guardia Nacional, y el surgimiento de lo que Ricaurte Soler llamó el régimen bonapartista[4].
El ciclo histórico que se inauguró con el 9-64 culminó con otro acontecimiento, la Invasión. Lo que da inicio a otro ciclo histórico, donde la articulación de las fuerzas políticas y sociales cambia nuevamente. Las contradicciones que emergieron en este ciclo histórico aún persisten, la disgregación de las fuerzas sociales y populares debilitaron irreversiblemente a este sector. Así “el sector oligarca rentista se impuso sobre los demás en el marco del Estado”[5].
Hubo un retroceso en la lucha social en general. Si antes fue poner fin al enclave colonial hoy es la abrogación de lo que conocemos como el Tratado de Neutralidad.
Revertir esto es la gran tarea de la ciudadanía y en particular de la juventud, cuando las generaciones pasadas no hicieron más que agudizar esta disgregación. Pero esto no se hace sólo, sino a partir de la toma de conciencia, donde la historia y el 9-64 nos dan una gran lección para el empoderamiento ciudadano y en particular de los jóvenes.
@AbdielFilo





[1] Marx, K., 2015. El dieciocho Brumario de Luis Bonaparte. Madrid: Alianza. P, 39.
[2] Véase: Araúz, Celestino y Pizzurno, Patricia. Nacionalismo y radicalismo (1956-1968) Un gobierno difícil, en una época de recesión económica. [En Línea] disponible en: http://portal.critica.com.pa/archivo/historia/f11-37.html. [accesado el día domingo 3 de enero de 2016]
[3] Soler, R., 1972. Panamá: Nación y oligarquía. Panamá : Ediciones TAREAS. P, 48.
[4] Ibíd., p. 45-54.
[5] Gandásegui, M., 2015. Los nuevos (o los mismos viejos) dueños de Panamá. La Estrella de Panamá , 10 9 .

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